
La música de los sonidos naturales aparece formando parte de la mayoría de los poemas, y este rasgos de sus versos discurre en simbiosis y no como discurso paralelo: «La música de fondo que aún resuena, / ¿era acaso ficticia, / o contenía el tiempo en que la isla / se extendía en el viento y aún se extiende / como roca inmolada / bajo un golpe de mar?».
La autora percibe el aliento poético en la niebla, los cactus, las montañas, los barrancos y formula preguntas al castaño o las rocas o se interroga y reflexiona, o dialoga, amparada en la observación sensorial, con los entes naturales con los que ha convivido desde siempre: «¿Acaso el pensamiento del castaño/ trascendía la sed, / inventándose el agua inexistente / como arroyo de sueño / en nuestra mente seca?...».
Y no es en la mera contemplación donde Lucía Rosa González se detiene, sino en el gesto devorador de la niebla sobre la cumbre: «La lluvia horizontal/ engulle la montaña. / La montaña está dentro / del vientre de la lluvia…», o en la concepción enigmática que los seres naturales le conceden: «Y lo que sucedía/ no eran cosas del mundo que suceden./ ¿Ascendía la higuera?/ ¿A quién asían sus ramas ya sin higos?...». Estos frecuentes enigmas conducen a intensificar lo imaginario en la última parte del libro: «La imagen acontece. / El hombre o su silueta/ lanza al almendro piedras./ La imagen se detiene…».
Lucía Rosa González participa en el proyecto Somos solidarios con los siguientes microrrelatos: «La papa» (Minitextos comprometidos), «Te cuento: » (Minitextos para sonreír), «El otro» (Minitextos de amor y lujuria).
Página de facebook de Lucía Rosa González:
https://www.facebook.com/luciarosa.gonzalez.9?fref=ts
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