Por Nieves Rodríguez
Rivero
Hay
experiencias que se convierten en punto de referencia al que acudir para
orientar y valorar tus otras acciones y esta que les cuento ahora es una de
ellas.
Estudié Magisterio tardíamente. Fue la fascinación
por la infancia de mis tres hijos lo que motivo mi decisión. Pero pronto me hice
consciente de lo improbable de que consiguiera ejercer como tal, por más que lo
intenté empapelando los posibles destinos con mi curriculum.
No dispuesta a renunciar a la oportunidad de realizarme
en este fin, decidí hacerlo
voluntariamente y hasta pensé que hacía "algo encomiable" cuando me
ofrecí como educadora voluntaria para la Cruz Roja de Tenerife. Lo valioso
empezó cuando vi aparecer sus caras, una tras otra, según lo permitía la puerta del garaje, que
se abría como un telón en respuesta al timbre, mientras niños de distintas
nacionalidades se apresuraban a recibir a alguna de sus cuidadoras.
Así, llegué a la casona, habilitada como
Hogar de Acogida por esta Entidad, en el barrio de Finca España y a partir de
este afortunado gesto, pude sentir como
empequeñecía ante la preciosa labor que allí se gestaba.
Recuerdo especialmente el cumpleaños de Bishet,
el mayor de los dos hermanos Polacos, que reflejó aquella luz en sus ojos, más
azules aún, ante la sorpresa que le
preparamos. Sobre el trinchante del comedor resaltaba una colección de
velas que acompañaban a las 8 de la
tarta... y con esto y un poco de "oscuridad solidaria" se consiguió
hacer feliz a uno de los entonces doce protagonistas del "Proyecto de Acogida
y asesoramiento a Madres Inmigrantes sin trabajo y con hijos pequeños de la Cruz Roja de Santa
Cruz".
Allí nuestro equipo de dinamizadoras, del
tiempo libre de los niños, hasta que llegaban sus madres de trabajar... o de
intentarlo, fuimos las "privilegiadas espectadoras" del impresionante
ejemplo de convivencia respetuosa y cordial de culturas y razas. Ningún
conflicto importante, todo discurría en una atmósfera de positivismo que se nos
grabó como un tatuaje. Y a lo que solo pudimos añadir la voluntad de crecer.
Ahora que mi labor está centrada en cuidar de
mis dos nietos, para que sus afortunados padres conserven sus empleos, busco
momentos, casi siempre regateando con el sueño, para expresar lo que siento a
través de esta otra afición, igualmente complicada de ejercer como profesión.
Y otra vez la vida me brinda un camino, esta
vez junto a todos los que felizmente coincidimos en la trilogía de minitextos
“Somos solidarios”. Porque eso es lo que hemos abierto: UN CAMINO que conduce a
muchas cosas que van surgiendo, como consecuencia del primer y solidario gesto
de convertirnos en coautores liberados del chantaje de la productividad.
Y aquí estamos formando parte de un proyecto
completamente altruista, fruto de la iniciativa de nuestra editora, Elena Morales. Una iniciativa que ha motivado
otras muy valiosas consecuencias:
Une dos esferas sociales que forman un
potente reclamo. La importante acción de tres conocidas ONG y una muestra de la
de creciente manifestación de escritores
canarios reconocidos y otros noveles, hermanados en este proyecto.
Favorece la finalidad de la primera y el
conocimiento y difusión de la que lo hace posible... Nuestra cada vez más
representativa y diferenciada literatura canaria. Propicia nuevas acciones
comunes.
Demuestra que el ser humano tiene estrategias
para solventar los contratiempos y que valores como la conciencia social, la
justicia, la creatividad y el respeto
por lo nuestro son potentes armas para seguir avanzando al margen de la dichosa
crisis... ¿Será tal vez esta la postura para conseguir atajarla…? Juzguen
ustedes.
Desde luego que esas estrategias, las tenemos, son válidas y hermosas. Y no podrán con nosotros. Besos
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